En medio de despedidas, prisas y decisiones, el Adviento nos sorprende, como siempre hace Dios, y más cuando viene a nuestro encuentro.
Tal vez sea bueno que la geografía del hemisferio sur nos sea propicia para que el Acontecimiento nos ayude a hacernos espacios de silencio, paz, gozo en el corazón.... y ese poder pensar en otra cosa que no sea el fin de año escolar y afines.
Me pregunto: ¿qué sería de estos afanes impostergables, si no fuera porque el Adviento nos permite refugiarnos en otra dimensión?