El Fundador


Orzali

Monseñor José Américo Orzali (1863-1939)

Algunos rasgos...

Una de las preocupaciones del Padre Orzali siendo Párroco de Santa Lucía, en Barracas, fue la de enseñar catecismo a los niños. Todos los días recorría las escuelas, aguardando que terminaran las clases para poder entrar. Debió vencer la resistencia de los maestros, pero bien pronto su paciencia los convenció.

Al principio los chicos no fueron muchos. Pero luego, un poco las estampitas y medallas que repartía y mucho más la amenidad de la exposición de Orzali, siempre alegre y cordial, ganó los corazones de los chicos. Cuando contó con un grupo importante estableció la “Misa de los niños” que se oficiaba a las diez. A veces pasaban de mil doscientos niños.

Terminada la misa, salía al atrio a saludar a la gente, tomar contacto, y a preguntar por los enfermos y por los ancianos que no podían ir al templo.

En la misa pedía que le indicaran dónde había enfermos. Luego, a la salida, solicitaba las direcciones. Y Orzali no dejaba enfermo sin visitar, fuera éste católico militante o anarquista rabioso. No era sólo visitar  a los enfermos cuanto a tomar contacto con los sanos.

Cuando veía que la familia era muy pobre y que no tenía con qué comprar los remedios, no dudaba en sacar dinero de su bolsillo para aliviar la indigencia de su feligresía. Y cuando veía que podían sentirse humillados por lo que pudiera ofrecerle, dejaba cinco o diez pesos bajo la almohada del paciente, para que pudieran comprar los medicamentos.

La Cárcel de Mujeres y la Casa de Expósitos fueron lugares a los que destinaba todos los momentos que le dejaba libres el ministerio parroquial. En esas dos casas, como en los hospitales, se quedaba horas, confesando y predicando ejercicios. Pasaba con frecuencia hasta ocho y diez horas confesando.

Datos de su vida

Nació en Buenos Aires el 13 de marzo de 1863, de cristianísimos padres: Tobías Orzali, arquitecto, y Teresa Nicoletti, toscanos llegados a la Argentina el año anterior. Fue bautizado el 15 de marzo, en la Iglesia de San Nicolás de Bari; el 8 de diciembre recibió la Primera Comunión en la Iglesia de la Concepción. Fue confirmado por Mons. Aneiros en 1872.

Inició sus estudios primarios en una escuela del Consejo Escolar I, para seguirlos en el Colegio Particular “Seminario del Plata”. Contaba 14 años cuando ingresó en el Seminario de Buenos Aires correspondiendo al llamado de Dios a la vida sacerdotal.

Siendo subdiácono, en 1884 actuó como secretario del Delegado Apostólico de la Santa Sede, Mons. Mattera, y lo acompañó en su regreso a Roma. 

Es ordenado diácono en esa ciudad, el 30 de mayo de 1885. En la Capilla del Colegio Pío Latino Americano, con especial dispensa por tener sólo 22 años, Mons. Mattera le confirió la ordenación sacerdotal. De regreso a su patria comenzó su fecundo apostolado: Teniente en La Piedad en marzo de 1886. Con notable prudencia y dinamismo asistió a la víctimas de la epidemia del cólera que azotó a Buenos Aires.

Sucesor de Mons. Espinosa en la Parroquia Santa Lucía (Barracas al Norte) expandió maravillosamente la inquietud de párroco misionero que le acució siempre. Algunas de sus tareas fueron:  fundar en 1890 el “Monitor Eclesiástico”, única publicación en su género. De 1890 a 1912, Capellán del Buen Pastor. Como vicepresidente, al lado del padre Grotte, intervino en la fundación del “Círculo de Obreros” En 1891 fundó la Congregación de Hijas de María, en 1892 la Congregación de la Doctrina Cristiana. Estableció los ejercicios espirituales para hombres. Y cuando tuvo un grupo de hombres piadosos, fundó la cofradía de San José y luego la Congregación del Santísimo Sacramento, que llegó a ser una de las más florecientes de la ciudad.

Para los niños fundó dos asociaciones: la de San Luis para los varones y la de los Santos Ángeles para niñas.

En 1894 fundó el “Círculo católico de obreros” en Santa Lucía; Círculo que llegó a ser el mejor de la República, con 3.000 asociados. De su dinamismo brotaron: la Biblioteca, Escuela Nocturna para Adultos, Salón de Actos, Banda de Música, asesoramiento jurídico, Bolsa de Trabajo, Compañía de Seguros y Panteón. La Doctrina Social de la Iglesia, que comienza con la Encíclica Rerum novarum del Papa Pío XI, encontró en el joven cura de Santa Lucía una entusiasta adhesión y puesta en práctica.

En 1895 fundó, con doce jóvenes de su parroquia el Instituto de las Hermanas de Ntra. Sra. del Rosario de Buenos Aires, dándoles como lema: “Ora et labora” y "Todo por Dios y por el prójimo". El Instituto fue aprobado definitivamente por la Santa Sede el 21 de junio de 1938.

Las religiosas dan cristiana educación a muchísimos alumnos; y son innumerables los enfermos que reciben asistencia y cariño en los Hospitales, así como en obras de misión, en Argentina y el Uruguay.

En 1903, fue nombrado Capellán de la Fragata Sarmiento y acompañó al buque-Escuela en su cuarto viaje de 10 meses.

En 1906 se hizo cargo de la Parroquia de “San Miguel Arcángel”, sin descuidar su Círculo de Obreros, sus Hijas Rosarinas y la atención espiritual de las Religiosas de la Casa Cuna, Instituto Frenopático, Casa de Alienadas y el Buen Pastor.

Fue consagrado Obispo en la Catedral de Buenos Aires el 10 de marzo de 1912, para hacerse cargo de la Diócesis de San Juan de Cuyo.

El 12 de abril, el flamante Obispo salía de Retiro rumbo a su Diócesis....en medio de las lágrimas y aplausos en la despedida, Mons. Espinosa, arzobispo de Buenos Aires,  le decía a la comisión sanjuanina que lo iba a acompañar: "llevan un gran obispo para Cuyo, pero me sacan el brazo derecho".

Al llegar a San Juan, sus primeras palabras a los fieles son: "No he venido a ser servido, sino a servir. Voy a recorrer sus calles y sus plazas, sus casas, asilos y hospitales; y todos los lugares necesitados de atención y auxilio espiritual y material".

Y en su primera Carta Pastoral insiste: "Venimos a trabajar mucho. Nos repugna oir la palabra cansancio en el apostolado. Es impropia de un sacerdote e indigna de un Obispo".

Estas palabras son el eco de su vida...seguirá trabajando en su extensa diócesis (416.549 km2) por casi treinta años, llegando en coche, a pie, a lomo de mula, hasta los lugares más apartados. Anunciando la Palabra y el Amor de Dios sin flaquear. Cuentan que los sacerdotes que lo acompañaban en sus visitas pastorales debían ser relevados, porque no le podían seguir el ritmo al Obispo.

Poco después de celebrar sus Bodas de Plata Episcopales en 1937, Dios en sus paternales designios, puso sobre sus hombros, ya anciano, la cruz de la enfermedad, que él aceptó con alegría entregándose en manos del Padre Dios, hasta que se durmió en la paz del Señor, rodeado de sus sacerdotes y de las hermanas rosarinas el 18 de abril de 1939.

Su causa de beatificación está introducida en Roma y ya está declarado Siervo de Dios.