Los Testimonios

Hermanas y laicos de nuestras comunidades que nos precedieron con el signo de la fe


Hna María Araceli de Jesús

Una de nuestras hermanas... 

Exalumna del Instituto Elisa Harilaos, desde su profesión religiosa se desempeñó como profesora en el Instituto Santa Felisa, hoy Santa María del Rosario, en el Barrio de Baracas, Ciudad de Buenos Aires, la Casa Madre de las Rosarinas.

Cumplió distintos servicios en la Congregación hasta llegar a ser Superiora General en el año 1970, misión que cumplió hasta el año 1988.

Fue miembro de la Unión Internacional de Superioras Generales, y cultivó una bella amistad con un testigo de la Iglesia argentina, el Siervo de Dios, Cardenal Pironio.

Ambos compartían una profunda pasión por Cristo y su Iglesia.

Nada pudo hacerla más feliz que su tarea docente…pocas personas han marcado tanto a las exalumnas como la Madre Araceli…dulzura transparentada, firmeza suavísima, servidora fiel en las más pequeñas cosas de cada día.

Entrañablemente apostólica, fue asesora del Círculo interno de la Acción Católica a la que dedicó entusiasmados esfuerzos.

Espontáneamente, haciendo memoria de ella, acuden las palabras del poeta:

 

Era llena de gracia, como el Avemaría,

quien la vio, no la pudo jamás olvidar!

 

 

Hna Amanda de Jesús.

Hacer memoria en el corazón de la vida de las personas amadas es un bello ejercicio. Recordar la vida de la inolvidable Hna Amanda de Jesús es reconocer en ella la magnífica y rápida obra de Dios en su existencia.

Evocar su presencia ilumina el alma,  y eso era precisamente lo que generaba su vida;  estar cerca de ella era sentirse iluminado por una luz que abrigaba y que atraía por su calidez.

Se podría definir como  una mujer consagrada, era eso, ni más  ni menos. Mujer sencilla, acogedora, alegre, tierna, fraterna y madre a la vez. Dios habitaba en ella por su simpleza, por su apertura de alma y de corazón.

A su paso nadie quedaba indiferente: un andar bello, sereno, templado. Encontrar su mirada en la mañana era invitación a la alegría, a la confianza, inspiraba ganas de ser como ella o mejor dicho ganas de ser de Jesús. Generosa en sus gestos de ternura y exigente para animar a pensar proyectos de vida sin doblez y sin mediocridad.

Vivía la alegría y profundidad de su vocación; como así también fuerte y profunda en el momento de la cruz de su enfermedad.  Personas como ella adornaron el rosal de Jericó en la tierra y  en el cielo de nuestra familia rosarina.

Hace 25 años su Pascua nos partió el corazón a quienes tuvimos el privilegio de conocerla, sin embargo la certeza de su intercesión y la grandeza de su vida nos anima a seguir en el camino, dejándonos inspirar por la fuerza indescriptible de su testimonio.