Clausura del Año de la Vida Consagrada

El 2 de febrero, el Papa Francisco, ante miles de religiosos de todo el mundo, celebró esta Jornada.

La H. María Alicia, que participa del encuentro nos va trasmitiendo sus vivencias, de por sí, inefables...

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Hacer memoria y compartir vivencias constituye un desafío y un ejercicio para el alma.

Dios en su providencia me permitió compartir una experiencia inolvidable, asistir al Encuentro de Cierre del Año de la Vida Consagrada. Jornada que se realizó desde el 28 de enero hasta el 2 de febrero de 2016 en Roma.

El lema que nos convocó en este caso fue “Vida Consagrada en comunión” . Participamos más de 4000 religiosos de todo el mundo, en todas sus formas de consagración: El orden de las vírgenes; la vida monástica claustral; los Institutos Religiosos de vida apostólica; de vida monástica masculina y sociedades de vida apostólica; Institutos Seculares y Nuevos Institutos y nuevas formas. El encuentro inició con una Vigilia de Oración en la Basílica de San Pedro, lugar donde se mezcla de manera admirable la belleza, la historia, el arte y fundamentalmente lugar donde se encuentran los restos de Pedro, es indescriptible lo que se siente, lo que se comparte, espacio de encuentro de diferentes culturas, lenguas, historias, promesas, sueños cumplidos, en fin una experiencia con el Dios que nos hace hermanos por encima de toda raza, lengua pueblo y nación…

La vigilia estuvo presidida por S.E. Mons José Rodriguez Carballo, OFM, un consagrado que es un regalo para nuestro tiempo como vida consagrada, sus ponencias en consonancia perfecta con el magisterio de Francisco hizo vibrar el corazón por la sencillez, hondura e interpelación con que nos convocó . Las ideas relevantes de la apertura se refirieron a la radicalidad de las Bienaventuranzas en el seguimiento de Cristo como camino desafiante pero también lleno de vida y sendero autentico hacia la felicidad; como así también la importancia y urgencia de la alegría como responsabilidad en nuestra vida cotidiana en el anuncio de Jesús y su Reino. Una alegría con la que la Vida Consagrada está llamada a “despertar al mundo con la profecía de una vida transformada por y en Cristo.”

Los temas de los días siguientes fueron la Vida consagrada en la unidad de los carismas, por encima de las diferencias sabernos llamados a “reproducir en sí misma, en cuanto es posible aquella forma de vida que escogió el Hijo de Dios al venir al mundo.”

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Fuimos invitados a realizar una maravillosa síntesis y compromiso desde nuestra identidad como consagrados y la misericordia, llamados a “ser rostros de la misericordia del Padre” maravilloso desafío que nos interpela desde la verdad y la conversión cotidiana para acoger en nuestras entrañas a toda la humanidad.

Compartimos una jornada con el querido Papa Francisco, fue uno de los momentos más esperados y también más emocionante, no es fácil encontrar las palabras que expresen lo que significa su persona en cuanto lo que transmite su presencia, persona llena de luz, de una alegría desbordante que llega al alma tras su paso, encontrar su mirada, su paso casi fugaz pero intenso entre la gente hace que estar cerca de él se vuelva parte de un momento inolvidable. Su magisterio ante los consagrados fue simple pero no por eso menos comprometido, al contrario nos convocó con tres términos muy precisos: la profecía, la proximidad y la esperanza. Con palabras profundas y claras nos pidió ser “caricia para el mundo”.

Dentro de la jornada tuvimos oportunidad de compartir un itinerario de la Belleza dentro de la Capilla Sixtina, nuestra alma se dejó inundar por la maravillosa síntesis de fe y arte, precioso ejercicio de contemplación y encuentro con el Dios Creador de toda belleza.

El encuentro culminó con la Peregrinación por el Jubileo de la Misericordia por las diferentes basílicas Papales, podíamos elegir Santa María la Mayor, San Juan de Letran o San Pablo Extramuros. Momento de oración personal y comunitaria intensa, Dios se nos hizo misericordia y nos animó a transitar la Puerta Santa, que es Jesús nuestro hermano que viene a mostrarnos el amor misericordioso de su Padre y anunciar su compasión por todos los hombres.

Finalmente compartimos el día 2 por la tarde la Celebración Eucarística Presidida por el Papa Francisco en San Pedro, momento de cierre del encuentro pero de envío y compromiso. El Santo Padre, en consonancia con la Palabra de Dios, nos exhortó a ser hombres y mujeres del encuentro, llamados a estar en misión; compartiendo gozos y esperanzas de los hombres de hoy, aprendiendo a vivir la gratitud por la vocación recibida, a ser custodios del estupor en cuanto llamados a realizar elecciones proféticas y valientes. Se despidió destacando la importancia de la memoria y de la oración.

De este modo concluía este inolvidable encuentro, momento que siempre se revive en clave de compromiso y de inestimable agradecimiento a nuestra congregación que me permitió vivir esta experiencia. En esos lugares santos y en cada momento de oración estuve en mi corazón a mis queridas e inolvidables hermanas.

 

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